jueves, 5 de febrero de 2009

Bert Haanstra: Glas (1958) & Zoo (1961)


En ambas obras el director nos presenta una forma muy original e ingeniosa de hacer cine. Aprovecha el poder de la música (en este caso específico, del jazz) para darle dinamismo y gracia a ciertas actividades del hombre, que en un día cualquiera podrían pasar desapercibidas. Sin embargo, la habilidad mas importante de Haanstra, mas que su sentido del humor y mas que ese ojo inquieto de ver el mundo, es su poder y dominio en la sala de edición. La manera en que hace que el ritmo de la música y el movimiento de la gente se fusionen adecuadamente, en muchos casos con delicadeza y en otros con solidez, pero siempre avanzando y fluyendo perfectamente. Funciona tan bien que llega un momento en el que podríamos preguntarnos, que fue primero: la música para la imagen ó viceversa?

En el caso de Glas es imporante analizar el trabajo de estos hombres, el desgaste físico y mental durante varias horas al día, el calor y el ruido del lugar... Un lugar incómodo. Oscuro, algo tenebroso. Pero entran los saxofones, clarinetes, percusiones, teclados o especie de "marimba jazzera" juntos con los movimientos de los trabajadores y la escena se transforma en una atmósfera agradable, armoniosa. Todos trabajan correctamente, sin problema alguno.
Todo permanece igual hasta que el vidrio fundido se convierte en botella... Termina la mano del hombre y entran las máquinas. El ambiente cambia nuevamente, entran la música y esas voces, que no sé realmente que significan pero que alteran el tono de la escena. Se vuelve frío, sistemático, aburrido... industrial. En pocas palabras, pierde su humanidad.
En el momento en que se amontonan las botellas, éstas se empiezan a romper porque se ha perdido el orden. El hombre tiene que entrar de nuevo a solucionar el problema (lo cuál creo que indica que somos y seremos superiores siempre a cualquier tipo de máquinaria)... El jazz alegre regresa y todo vuelve a la normalidad, todos a trabajar.


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En Zoo también retrata acertadamente un día cualquiera en el zoológico. La entrada, los animales a la espera, viejos, jóvenes y niños, etc., entusiasmados por vivir o revivir la experiencia que brinda un parque como éste.
Gente tomando fotos, dibujando, platicando, tejiendo, comiendo, o simplemente paseando. Gente interactuando con los animales, con pájaros y monos de diferentes tipos, tigres... en fin.
Haanstra nos presenta a lo largo del corto una relación muy chistosa entre el ser humado y el animal, comparando sus gestos, sus miradas, sus movimientos sutiles o agresivos, etc. Quién está siendo observado por quién? Quién está detrás de la jaula?
Otra cosa que me dió gracia fueron los bostezos, cabeceos, cerradas de ojos, movimientos rápidos de cabeza, gritos y risas, todos acompañados de los diversos intrumentos que conforman este género musical.




Bert Haanstra sabe dónde poner la cámara en todo momento para que ésta pase inadvertida y pueda capturar momentos, lo más reales o fieles posibles.
Por cierto, Wim Huender es un sonidista que trabajó con Haanstra en ambas películas.

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