Este documental, al igual que el resto de las obras de Vertov, es de una gran complejidad visual.
El discurso y el contexto histórico que explota el director, la calidad de la fotografía y lo meticuloso que es para escoger y componer cada encuadre, la carga dramática de sus imágenes y la creatividad y la efectividad en la propuesta del montaje hacen de este trabajo una obra maestra.
Una de las grandes virtudes del cine es hacer que el espectador viva una nueva experiencia y eso fué lo que me pasó a mí después de ver este documental. Desde el primer minuto hasta el último me sentí atraído a esta gran cultura (soviética, generalizando). A sus personajes, los obreros; al trabajo que desempeñaron y aún desempeñan para sacar al país a adelante. A sus lugares, a sus costumbres, a su historia, etc. Vertov me transmitió la misma fuerza que poseía la Unión Soviética en aquél entonces, y eso que estamos del otro lado del mundo y a ochenta años de ocurrido.
De verdad creo que es una película muy fuerte (en el buen sentido) y muy bien lograda.
Ahora entiendo el porqué de su reconocimiento dentro de la historia del cine mundial.
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